No dejar a nadie atrás, es el lema del Día Mundial de la Alimentación 2022, aunque no lo consideremos de esta manera, los conflictos internacionales, las secuelas Covid-19 y los cambios climáticos, nos afectan a todos, estos desafíos no conocen fronteras.
Guatemala es un país lleno de riqueza y producción de alimentos, desafortunadamente en igual magnitud, rico en desigualdad e indiferencia social, una razón que lejos de alejarnos debe unirnos para realmente “No dejar a nadie atrás”, en el derecho a una alimentación sana y sustentable.
Fuente: UNICEF
Como país hemos crecido en tecnología, infraestructura e innovación en modelos económicos y empresariales, pero debemos estar conscientes que no es algo de lo que todos puedan beneficiarse, en medio de todo ese crecimiento seguimos siendo un país del tercer mundo, y, no necesariamente por pobreza económica, sino por pobreza mental lo que nos lleva a ser inconscientes e injustos con nuestra propia gente, acaparando la riqueza en lugar de compartirla, limitando los recursos para una vida digna a quienes dignamente trabajan para hacer producir al país.
La alimentación además de ser un derecho básico es una necesidad y, en la mayoría de la población guatemalteca, una limitación, sino es que una ausencia. Nuestros niños siguen enfermando y muriendo por desnutrición, pandemias más allá de la de Covid-19, como la diabetes, la hipertensión y los problemas cardiovasculares, son un desafío junto con las enfermedades relacionadas, por la mala calidad de lo que ingerimos. No se trata solo de comer y provocar llenura, se trata de alimentar y cultivar salud.
Somos una cadena de valor
La interconexión vista y puesta en práctica con todos sus beneficios reales, nos acerca a nivel mundial cada vez más. Esto también nos vuelve más vulnerables, lo pudimos ver con la pasada pandemia, por lo que debemos estar atentos y caer en cuenta que somos frágiles ante cualquier adversidad, de diferente manera y de acuerdo con nuestras propias condiciones, pero impotentes ante la realidad.
Esto nos convierte en una cadena humana, por lo cual, al romperse un eslabón, nos debilita, inestabiliza y afecta a todos.
El llamado es a fortalecernos, a apoyarnos y ayudarnos, en donde estamos, con lo que tenemos y con lo que podemos, lo más importante, sin condiciones ni excusas, todos podemos sumar y multiplicar, cada uno en su propia dimensión.
La palabra resiliencia se ha puesto de moda, es hermoso leer lo que significa e implica, nos convierte incluso en mártires humildes, sería maravilloso que nos convirtiera en verdaderos hermanos, hospedaje humano para el necesitado y fieras invencibles en la lucha por un mundo mejor, empezando por nuestro propio mundo, nuestras familias, nuestro entorno y nuestro trabajo, haciendo la diferencia en donde estoy y con quienes estoy.
Dejemos de idealizar los conceptos, seamos más hacedores y menos seguidores, hagamos valer lo que pregonamos tanto, démosles sentido a los conceptos y no permitamos que las palabras bonitas y de moda, entorpezcan el camino que debemos seguir. Las buenas acciones dan fruto, pueda ser que no lo vayamos a ver o a disfrutar, pero la semilla sembrada con amor y esmero no quedará sin germinar y prosperar.
¡Que nada nos detenga, seamos todos pan partido y compartido en nuestro mundo!
