La fragilidad en el adulto mayor es un marcador pronóstico que forma parte importante en geriatría para ofrecer a la persona mayor una adecuada asistencia médica y así una mejor calidad de vida.
Actualmente la fragilidad se conceptúa como un síndrome clínico que inicia con la pérdida de la reserva fisiológica del organismo, que provoca un declive funcional en los sistemas corporales (cardiovascular, neuro-endocrino, musculo-esquelético, metabólico e inmunológico) dando como resultado deterioro funcional, que, a su vez, se verá manifestado en el anciano por presentar discapacidad y dependencia, haciéndole más vulnerable a enfermedades o a eventos desafortunados, como por ejemplo, una caída.
Dentro de los factores de riesgo para presentar fragilidad en el adulto mayor se encuentran los factores genéticos del envejecimiento, factores ambientales, hábitos o estilos de vida, enfermedades crónicas, trastornos del ánimo, deterioro visual y auditivo.
Las personas mayores que presentan este síndrome inician con pérdida de peso, debilidad, disminución de la fuerza, fatiga, falta de apetito e inactividad, es muy importante identificar estos síntomas ya que algunas veces pueden mal interpretarse como un comportamiento natural o común del envejecimiento, pasando totalmente desapercibido el cuadro clínico.
Identificados los síntomas es muy importante que la persona mayor sea sometida a una valoración geriátrica integral, la cual contempla muchos parámetros dentro de los cuales se encuentra la situación funcional, cognitiva y psicosocial de la persona mayor.
Dicha valoración se realiza con ayuda de herramientas como los test funcionales los cuales evalúan las actividades básicas (comer, ducharse, uso del retrete, desplazarse, vestirse) e instrumentales (uso de teléfono, hacer compras, preparación de alimentos, cuido de hogar) de la vida diaria.
Otros parámetros de suma importancia es la identificación de signos clínicos como la pérdida de masa muscular de forma generalizada y que se le conoce con el término de sarcopenia, la cual es el denominador común en cuadros clínicos de fragilidad en el adulto mayor, así como la pérdida de densidad ósea u osteopenia, trastornos en la marcha/equilibrio y la inmovilidad, estos se encuentran estrechamente relacionados entre sí y como resultado la persona mayor tiene mayor riesgo de muerte, discapacidad por lesiones o caídas, mayor incidencia de institucionalización (ingreso a residencia para personas mayores) y de ingresos hospitalarios con mayor frecuencia, con intervalos de tiempo muy cortos, complicando aún más la situación física, emocional, social y económica de la persona mayor y su entorno familiar.
En el mejor de los casos la fragilidad debería ser prevenida o identificada en una etapa inicial o temprana para que la persona mayor no sea dependiente, y de esta forma no pierda su autonomía que es uno de los grandes objetivos para lograr un envejecimiento satisfactorio y saludable.
Para lograr este gran objetivo como se mencionó anteriormente, se debe realizar una valoración geriátrica para medir la fragilidad en el adulto mayor de manera integral y efectiva, logrando obtener información fiable de parte de la persona mayor o de su cuidador y familiares para la prevención o manejo de la misma de una forma individualizada.
Otro pilar importante es abordar de forma correcta las enfermedades crónicas, así como la revisión periódica de los medicamentos que la persona mayor utiliza para dichas enfermedades, ya que los mismos pueden provocar efectos negativos, ya sea por la cantidad de fármacos que usa o por la manifestación de reacciones adversas medicamentosas que pueden contribuir a la aparición del síndrome de fragilidad.
Dentro de las medidas de prevención efectivas para la población adulta mayor se pueden citar el ejercicio físico, el cual preserva la masa muscular con lo que se mantiene la fuerza y por ende la funcionalidad que es lo que tanto se busca preservar, así como mantener un buen estado nutricional.
En conclusión, la fragilidad en el adulto mayor es considerada como un síndrome geriátrico que se vuelve un desafío importante al que se enfrentarán las personas mayores hoy en día, ya que ha venido aumentado su incidencia en los últimos tiempos.
Se debe actuar de forma rápida y eficaz por medio de herramientas que forman parte de una valoración integral, para que la persona mayor no presente discapacidad y dependencia, principal objetivo de un envejecimiento satisfactorio y activo, ya que esta condición produce complicaciones de gran magnitud reflejadas en la salud física y emocional de la persona mayor, con alto costo social y económico que va produciendo un desgaste en el núcleo familiar.
- Historia de la geriatría y gerontología
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