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Del bien y del mal

Algunas teorías afirman que el mal es la ausencia del bien. Pero aun así seguimos necesitando mejores puntos de referencia para distinguir lo que está de lo que no está, como en un cuadro sin luces y sombras, no sabremos distinguir que es lo que hay. Además, está lo subjetivo que nos puede sesgar a lo que interpretemos dependiendo de qué queremos ver, o no queremos ver.

Para ilustrarnos mejor y tratar de entender mejor este tema tan importante y fundamental para la vida en sociedad acudimos a los escritos de los Filósofos, en la particular disciplina de la Filosofía que se denomina Ética. Es esta rama la que se ocupa de entender y explicar cómo podemos discernir el bien del mal.

Al estudiar el tema vemos que hay numerosas escuelas que nos ofrecen métodos para resolver el dilema que nos planteamos. La más antigua que conocemos es la Teoría Absolutista, basada en la Ley Divina. Esto es: las cosas son como Dios dice que son, o como los que se han comunicado con Él dicen que son. La duda surge que al haber un intermediario puede haber una mala interpretación o lo que los Chapines llamamos “teléfono descompuesto”. Veamos un ejemplo de los dilemas que este tipo de comunicación puede causar.

Cuando Abraham entendió haber recibido una orden de su Dios, Padre Todopoderoso, Omnipotente, incapaz de equivocarse o no sería Dios, para que procediera a sacrificar a su hijo primogénito en un altar elegido para este propósito. Abraham probablemente concluyó que: “si Dios lo ordena, mejor lo hago”, dado que por ser una entidad perfecta no puede ordenar algo malo. Entonces tenemos un dilema en ciernes. Si Abraham obedece a Dios Padre, es un buen siervo de Dios, y un buen hijo del Padre de todas las cosas, pero no necesariamente es un buen padre de su hijo, al que está dispuesto a sacrificar. Todos sabemos por la Historia de la Biblia donde nos aclara de que solo era una prueba para evaluar a Abraham.

Esto parece distante y ajeno a nuestra realidad presente, pero cuando el gobierno de una nación o estado manda a los hijos de esa patria a una guerra, que no es para defender la integridad o la vida de sus conciudadanos, sino para “proteger” los intereses materiales de dicho estado o nación, de la cual sus hijos son súbditos, ¿cómo consideramos a estos padres de la patria? En toda guerra hay gran sufrimiento, muertos y mutilados en ambos bandos. ¿Cuál es el bien o el mal en esta situación? Están los padres de estos conscriptos obligados a la madre patria o al bienestar de sus hijos. Difícil solución a este dilema existencial al que nos enfrentamos frecuentemente en la era moderna, y aunque las guerras de proporciones globales parecen estar remotas y poco probables, otro tipo de conflicto de orden ideológico y pseudoracial parece estar prevaleciendo cada vez más.

Seguimos buscando un método para resolver el enigma del bien y del mal.

Los estoicos dirían que la solución es liberarse de los sentimientos y las pasiones, incluyendo el sexo, la envidia, la ira, la gula, etcétera. Buscaban dejar de sentir a través de “desengancharse de las emociones”, y llamaban esta técnica “apathia” (Recientemente conocida con el nombre de Apatía) y lo consideraban una virtud. Hoy muchos la practican con la realidad en la que viven: “si no me afecta, no tengo porque involucrarme”, de estos, algunos son conocidos con el nombre de Esquizofrénicos con Afecto Plano, aislados de la realidad.

Apatia

Otros son ciudadanos que creen que pueden ser ajenos a los problemas de sus semejantes, y que nunca van a alcanzar los problemas de los demás, olvidándose de que con la llamada globalización, el mundo es cada vez más pequeño y que como dijo un famoso político: “ningún hombre es una isla” Volviendo a los estoicos, buscaban la razón como único motivador y guía en los actos de su vida, por lo que se consideraban los únicos hombres felices porque la infelicidad, el dolor emocional y todos los males del hombre venían de las pasiones. Los ordenadores y la inteligencia artificial de una bomba inteligente que no discierne con las consecuencias o el significado de lo que va a destruir, pues solo sabe hacer para lo que fue diseñada serían los entes más felices.

Recordemos que la búsqueda de la felicidad era la razón para haber venido a este mundo, y la razón de ser para los griegos del Siglo de Oro Ateniense. El amor, la poesía no tienen lugar para los estoicos, me parece una triste posición existencial, pero como vemos tiene muchos adeptos, aunque ellos no lo sepan.

También tenemos a los Utilitaristas o Utilitarios, como John Stuard Mill, quien propusiera la Ética basada en la premisa de que: la corrección moral de un acto, está determinada solamente por las consecuencias de este. Algo que Nicolás Maquiavelo ya había dicho en su obra titulada El Príncipe, cuando dijo que: el fin justifica los medios. Argumento muy socorrido por muchos, especialmente los políticos, y los casos en que queremos apoyarnos en la filosofía para justificar algo que nos causa culpa o malestar. No parece ser una herramienta muy certera, pues puede fácilmente ser usada para beneficio personal, en detrimento del bienestar de otros.

Esta última frase nos lleva a la filosofía Aristotélica, también conocida como “La Regla de Oro”. Reza dicha regla: haz a los demás de la misma manera que tú quieres que hagan contigo.

Más recientemente Kant rebautizó la Regla de Oro, con el nombre de Supremo Imperativo Categórico y la escribió así: actúa siempre bajo la máxima, de que lo que hagas puede al mismo tiempo ser una regla o ley universal.

Esto es una mejora a la primera, puesto que bajo la Regla de Oro UN SÁDICO ES UN MASOQUISTA QUE SIGUE LA REGLA DE ORO, por tanto, está haciendo a otros lo que le gustaría que le hicieran a él, lo cual podría calificarse como “bueno”. El Supremo Imperativo Categórico de Kant, no permite que el infligir dolor a otros porque es lo que quiero para mí, sea una Ley Universal porque habrá algunos que no quieren eso para ellos, creando un conflicto.

Vemos que estos dos principios si son más útiles para discernir el bien del mal, porque nos dan en primer lugar principios generales sobre el actuar del hombre y no sobre actos específicos.

Segundo: los dos nos dan principios abstractos para discernir que acciones específicas son para generar el bien y cuales para producir el mal.

Tercero: ambos indican principios abstractos que invocan la idea de que todos los seres humanos valen lo mismo, por tanto, deber ser tratados moralmente como usted o yo, en todo momento y bajo cualquier circunstancia.

Este es un principio valorado en muchas culturas, y en las religiones que se practican por ellos mismos.

Vemos pues que ha habido a través de la historia numerosas personas e instituciones que se han preocupado y ocupado en tratar de entender la diferencia entre el bien y el mal, para que los que seguimos tengamos las herramientas para poder analizar nuestras acciones y sus consecuencias, para buscar hacer el bien y evitar hacer el mal; si no por amor al prójimo, por aquello de la Ley del Karma. Empecemos a analizar y pensar en nuestras acciones pasadas y lo que planeamos para el futuro, tratando de hacer que pase la prueba del Imperativo Categórico de Kant.

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