Al Síndrome de Down también se le denomina trisomía 21, pues las personas que nacen con este tienen una copia extra de uno de estos cromosomas. El termino médico que se utiliza para definir una copia extra de un cromosoma es trisomía, por lo que hoy lo bautizaremos con el título de Trisomía del amor.
Nuestras diferencias como humanidad y sociedad
Alrededor del mundo, existe una diversidad cultural muy hermosa, en la cual hay diferentes ideas e ideologías, variedad de artes culinarios, distintos sistemas de educación, culturas, sociedades por mencionar algunas, y, Guatemala, no se queda fuera con la riqueza de sus 25 idiomas, 24 grupos étnicos y muchos más factores que influyen en cómo vemos y nos ven las personas.
Como ciudadano y como pediatra, siempre he dicho que la base de la educación es la familia, pero nos enfrentamos ante una realidad en donde cada vez hay más familias desintegradas, la educación académica para nuestros niños no es la mejor y todo esto se ve reflejado como un problema social que cada vez, agudiza más. Menciono esto, porque, así como toda esta diversidad y diferencias existen socialmente, también las hay en la medicina y en las condiciones de salud.
La celebración de la Trisomía del amor
Una de las diversidades que se reconoce y se celebra cada 21 de marzo es el Síndrome de Down, que en mi opinión, esto sobre todo debe recordarnos el derecho a una condición humana digna, independientemente de las diferencias.
Cometemos un grave error al considerar a todos estos chiquitos como la imagen o reflejo de una enfermedad, ellos no están enfermos, simplemente tienen rasgos físicos, características y capacidades diferentes, pero que no los limitan ante la sociedad y, sobre todo ante el derecho de amar y ser amados. Son humanos llenos de amor y ternura, son cariñosos, alegres, bromistas, con berrinches igual que otros niños, lloran, sienten y tienen empatía, así como antipatía, sobre todo al sentirse juzgados o señalados, como nos sucede a todos.
Como pediatra, he visto que tienen la capacidad para adaptarse al igual que otras personas que no tienen este síndrome, hasta me atrevería a decir que mejor que los que consideramos sanos.
Defendamos y hagamos valer la igualdad desde el amor
Si como sociedad, pero sobre todo como humanidad, aprendemos a observarlos y apreciarlos, no refiriéndome a las diferencias físicas, sino a sus capacidades, emociones y sentimientos, su riqueza interior; definitivamente dejaríamos de denominarlos y tratarlos como niños con Síndrome de Down, sino como un niño o niña que sencillamente tiene derechos al igual que todos y no hay porque marcarlos con diferencias que no nos corresponde el derecho y ellos no tienen porque resentirlo ni padecerlo.
La humanidad le tiene miedo a lo que no conoce, aprendamos de ellos para que el respeto exista y la dignidad humana prevalezca, pero más que nada, prevalezca el amor, disfrutando de lo que nos hace tener identidades propias de cada uno, y así dejemos de marcarnos con etiquetas llenas de dolor y censura.