A los niños, sordos, ciegos y sin habla que cada día luchan por comunicarse con nosotros y sus oportunidades
Maestros llenos de amor que le dan valor a las dificultades y se empeñan para traducir el silencio que no conocemos, ayudando a quienes no escuchan, no ven ni hablan de imágenes para que sepan que el mundo está lleno de luces y sonidos internos.
Es maravilloso el dominio de sus movimientos para comunicarse, la armonía de sus voces y sus gestos al entonar una canción; la presencia de las notas musicales cuando expresan el silencio, deleite de su corazón con imágenes que de su interior brotan.
Con dulzura les guían comunicando movimientos y señales para que los niños manifiesten la voz de su interior llena de alegría; cuando danzan son los señores del ritmo como si escucharan demostrando que más que debilidades, tienen inmensas fortalezas.
Sorprende su ilusión al actuar y representar a otro personaje donde cada uno hace lo que debe y se manifiestan sin palabras; juntos hacen el gran estilo que rebasa las doctrinas corroídas de quienes teniendo todo no sabemos comunicarnos.
Cada individuo socialmente repasa sus limitaciones cotidianas a veces enraizadas en sus dueños que viven bajo estrés, mientras quienes creemos limitados adoran lo que hacen porque aprenden a vivir con lo que tienen sin reservas.
En cada acto brota el amor sin condiciones ni pretextos elegidos, enseñan la sabiduría aplicada a cada momento que con afán coordinan, para mostrar que la paz es factible entre seres humanos con inteligencia y que las deficiencias para ellos, solamente son oportunidades verdaderas.
No se puede decir lo contrario al escuchar esas voces llenas de luz que contrastan con el arduo trabajo para ser parte de la sociedad, como seres talentosos dentro de una estructura llena de limitaciones; unámonos para que disfruten su mundo y vivan en completa libertad.
Por qué se escribió este poema:
Porque consideramos que una dificultad se transforma en un reto y ellos la convierten en oportunidad. Fue sorprendente ver a los niños que no hablan, no escuchan, no ven, derramando alegría en un acto que, en circunstancias “normales”. Consideraríamos imposible hacer lo que nos iban a mostrar.
El silencio de los asistentes al evento, era evidente, por supuesto, que los padres que sabían, aplaudían cuando los niños pasaban. Pero llegó el momento y ellos estaban allí, en el escenario, cada uno con un instrumento y al frente los maestros que intentaban que el silencio de los sordos, la obscuridad de los que no ven, y el sonido de los que no hablan, se convirtiera en música.
Fue hermoso ver a los niños con sus dificultades ejecutar los instrumentos en forma armoniosa, como cualquier orquesta, porque cada uno sabía lo que debía hacer, así no escuche ni vea lo que está haciendo, pero sabían el momento de ejecutar lo que a cada no le tocaba.
Fue un momento incompresible, pero lleno de respuestas a interrogantes anteriores, porque el acto nos dejó impresionados, porque en la ciudad, vemos un caminar de gente en un bullicio que no tiene sentido y objetivo, pero ellos independientemente de sus dificultados diarias porque es su vida, hacían de la música un acto de integración y delicia. Nos alegramos de la alegría de ellos y festejamos que el saber que cuando se quiere, acompañado de personas que hacen su labor titánica, las dificultades, solo son momentáneas.