Se acabaron los bríos de antaño
y el cuerpo no responde como antes,
pero la mente recuerda sus pasos
que dejaron sembríos con huella.
Allí están como si nada habrían hecho
los ancianos que labraron la tierra,
el contingente que formó generaciones
para darle vida a un país que despega.
La esperanza les mantiene vivos
a los que esperan la visita que alienta,
para ver su semilla convertida en vida
y gozarse en la multiplicación de sus retoños.
Muchas gracias por dar tus sanas ideas
aunque ahora no aportes como antes,
sabes bien que mereces respeto a raudales
porque abriste el camino que les lleva al éxito.
Mi homenaje a los hacedores que callan su nombre,
porque con razón o no, creyeron que hacían lo bueno
sin pensar que terminarían en un espacio pequeño,
donde su fiel compañero es el inevitable olvido.
Guatemala, 19 de Diciembre del 2014.
POR QUÉ SE ESCRIBIÓ ESTE POEMA:
Porque vimos un hombre sentado en una banca de un parque, rodeado de perros que deambulaban tras su comida: El señor, sentado inmóvil, con su espalda encorvada que rebasaba la distancia, producto de sus años, y el cansancio de la vida recorrida.
Su silencio que conversaba con el viento que pasaba por su entorno, mientras él dormitaba en la banca testigo de tantos acontecimientos de la vida, pero como si le acompañara, estaba allí como siempre a la espera de su amigo que no sabía en qué pensaba, porque pasaba muchas horas en el mismo lugar tal vez, soñado en lo que fue, en los hijos que se movían por sus propios medios pero que ya no les tenía cerca.
La soledad en la que se vestía, nos dio la evidencia de que al final del camino, quedamos solo como venimos a este mundo, porque la familia se va yendo de este mundo o simplemente a otro lugar y nos quedamos solos, porque ese es el precio de la tercera edad, sin que nadie diga nada respecto a lo que hizo durante sus días de lucha, para mantener a su familia, y ahora es triste porque no puede aportar con sus fuerzas, porque las ha perdido y se queda pensando en lo que vendrá.