Hace años publiqué este artículo y una gran cantidad de pacientes me piden que lo revise y actualice, lo mismo ha ocurrido con una entrega llamada “estamos criando vagos” que se ha convertido en un best seller de las redes sociales.
Les cuento que: cuando nace el primer hijo, “llegó el rey de la casa”. Esta situación suele quebrarse muchas veces con el nacimiento del segundo vástago.
El “síndrome del príncipe destronado” se produce cuando el primero de la prole percibe al recién llegado como a un intruso.
El hermano(a) siente que le han robado la principalía en la atención de sus padres. En este caso se reactivan conductas ya superadas (regresión), por ejemplo, vuelven a chuparse el dedo, reaparece la enuresis (orinarse en la cama); manchar la ropa interior con materias fecales…etc. Ante el hecho se tornan hostiles, agreden, pellizcan, golpean y, en fin, maltratan al nuevo hermanito (a).
Cuando llegamos al tercer hijo, muchas novatadas se convierten en experiencias y a veces lamentamos lo fuertes que fuimos en la crianza de nuestro primer retoño.
A medida que van creciendo aparecen los celos y las rivalidades entre nuestros hijos: “a este se le apoya en todo” es una expresión de protesta que suele escucharse en el hogar como queriendo decir que, en la forma de imponer la autoridad “unos aguantan fuetazos y otros reciben consejos”.
La fuente de los celos entre hermanos puede estar relacionada con las inoportunas expresiones de sus tutores: “fulano es más bruto que perencejo”.
Los defectos físicos, las diferencias en estatura; características en la presencia como “pelo bueno”, “blanco”, contribuyen a establecer comparaciones. Es el caso de una expresión que por boca de una abuela puede ser devastadora: “ese jabao es malísimo”… Muchas veces la intención es piropear, pero resulta devastadora para el chico.
A mayor número de hijos, diferencias de edad, sexo, desarrollo intelectual y demás, mayor será la dificultad para los adultos, instaurar un régimen de justicia e igualdad. En el caso de la concesión de permisos y las premiaciones por desempeño escolar, así como la administración de penalidades o castigos.
Es muy difícil aceptar, pero sucede con frecuencia, que tenemos “preferencia por uno que otro hijo”.
Las rivalidades dentro del hogar se expresan de forma diversa. Se pelean por el uso del computador, de la televisión, del radio, de la ropa, del vehículo de la casa y, en fin, de todas las propiedades comunes. Observamos a veces que los hermanos se pelean por la comida: ¡mami¡, ¿quién pellizcó mi biscocho?
Padres: trabajemos el tema a tiempo, pues de lo contrario tendremos el triste espectáculo de hermanos que de adultos “ni se tragan, ni se hablan, mucho menos se reúnen”.