El ser humano, por naturaleza, tiene la necesidad de sentirse balanceado, feliz y con sentido de pertenencia.
Cuidar nuestra salud emocional y espiritual es responsabilidad únicamente nuestra y hay muchas maneras de contribuir a ello. Reconocer nuestros sentimientos, emociones y permitirnos sentirlos es el primer paso para lograr salud emocional. Tomar responsabilidad de estos y cómo respondemos a ellos es fundamental y un compromiso propio. Cuidarnos a nosotros mismos nos permite estar sanos internamente y reflejarlo en nuestras acciones, para así poder cuidar y además amar a los y lo que nos rodea.
El aspecto espiritual es, en mi opinión, el más importante, porque si no nutrimos nuestro espíritu, ¿de dónde sacamos fuerzas para tener el valor de sentir y aceptar nuestras emociones, para así tener salud emocional? Nuestro espíritu es como la gasolina para que nuestro ser busque mejorar.
La fuente para nutrir nuestro espíritu es Dios y solo buscando los momentos para conectarnos con Él y recibir de Él, es como lo alimentamos. Esto nos lleva también a pasar tiempo con nosotros mismos, conocernos mejor y de esa manera llegar a amarnos y a aceptarnos tal como somos, para luego, como consecuencia, amar y aceptar a los demás tal y como son.
Si hablamos sobre cómo podría aportar a nuestra salud emocional-espiritual el amor a un animal, sobre todo, a un animal que ha sufrido, yo tengo una opinión muy personal: por algún motivo hay personas con una conexión y sensibilidad muy fuerte hacia los animales y otras que simplemente no los soportan o les son indiferentes. Por lo tanto, lo que puedo compartir es cómo a mí me genera bienestar el contacto y la relación con los animales, en especial los perros y los gatos; cómo esto contribuye a mi salud emocional y espiritual. Sé que a mucha gente que siente este mismo amor por ellos les pasa muy parecido.
Para que este amor y relación con un animal aporte a nuestra salud emocional y espiritual, primero tenemos que ser de las personas que sentimos esa sensibilidad por ellos y creo que somos afortunados los que lo experimentamos.
Los animales son vulnerables y tienen una necesidad de ser cuidados y amados. Los perros de la calle tienen que aprender a sobrevivir sin esto, porque no les queda otra opción, pero la necesidad siempre la tienen. Por eso cuando rescatamos a un perro de la calle que ha vivido con sufrimiento y falta de todo, la retribución que nos da en agradecimiento y amor es inmensa. Poderles dar amor, aceptación y respeto a estos seres tan puros e inocentes, nos conecta con ellos, con su necesidad y capacidad de amar, y en mi opinión, eso nos transforma, porque nos lleva a conectarnos con nuestra propia vulnerabilidad, carencias y sufrimiento, que luego nos acerca a ser personas más completas. Finalmente caemos en la cuenta de que las personas también tenemos esa necesidad. Esto nos ablanda el corazón y nos hace más humanos, y, por lo tanto, también hace que sintamos mucho dolor por su sufrimiento, cosa que no es agradable, pero es parte de amar.
Esto es lo que padecen los perros de la calle o los que han sido abandonados por dueños irresponsables, de los cuales hay desgraciadamente miles en nuestro país. Gracias a Dios hay mucha gente involucrada y comprometida en ayudarlos y por esto también hay muchos perros y gatos en refugios y hogares temporales que están listos para ser adoptados.
El problema es que muchos de los perros adoptados terminan igual o peor de lo que estaban, porque estas personas adoptaron solo por impulso, no por los motivos correctos y mucho menos tuvieron una verdadera conexión con su animal. Entonces este privilegio de recibir y dar este amor y por ende crear esta conexión y relación que alimenta nuestra alma y nuestro espíritu, solo lo conocerán aquellas personas que verdaderamente se comprometen a cuidar de su mascota para el resto de sus días, a verla como parte de su familia, como un ser importante al que van a atender y a acompañar durante toda su vida.
Para terminar, me gustaría invitar a las personas que tienen este regalo (de amar a los animales) a que adopten, aunque ya tengan a otro u otros perritos o gatos, porque son el tipo de persona que le podrá cambiar la vida a ese animal y al mismo tiempo estarán transformando la suya. Y las personas que no se quieren comprometer a esto, que no adopten por impulso, porque los perros luego sufren más al ser devueltos a los refugios.
Solo como dato informativo: en el refugio tenemos 60 perros, de los cuales 15 ya fueron adoptados una o dos veces y luego devueltos. Los últimos dos que devolvieron, tenían tres y el otro casi dos años de haber sido adoptados. Se podrán imaginar lo que esto hace en estos perros… Cuando son devueltos al refugio, vuelven a experimentar vivir entre muchos perros y esto normalmente los asusta, se quedan desorientados buscando alrededor a su dueño, es evidente la tristeza que manifiestan al volver a ser abandonados y la confusión de no saber qué está pasando.
Así que, ¡sigamos buscando nuestro equilibrio y bienestar, y si podemos disfrutar de este amor puro, como lo es el de un animal, aprovechémoslo, porque además de un privilegio, es una bendición de ida y vuelta!
Anna Herrera – Compasión por los Animales – ONG registrada